Manzana de las Luces
Manzana de las Luces
La orden jesuítica perfiló a la ciudad de Córdoba como el núcleo central de un sistema cultural y económico que influyó considerablemente en la configuración histórica de esta ciudad y el país.
La manzana que primitivamente había sido señalada para convento de monjas o recogimiento de doncellas , fue adjudicada por el Cabildo de la ciudad a los padres de la Compañía de Jesús en 1599. Luego de manifestar su deseo de afincarse en el lugar, se le entregraron a la Orden las tierras que hoy están delimitadas por la calle Caseros, la peatonal Obispo Trejo, la calle Duarte Quirós y la avenida Vélez Sársfield. En dicho solar existía, antes de su llegada, la ermita de los santos mártires Tiburcio y Valeriano, erigida alrededor de 1569 para implorar contra las invasiones de langostas y roedores.
En 1608 ya se había construido la Iglesia de la Compañía de Jesús, la cual resultaría insuficiente al cabo de algunos años, por lo que entre 1645 y 1654 se comenzó a levantar el templo que se conserva hasta nuestros días.
Alrededor de 1613, los jesuitas habían ampliado su posesión al haber recibido en donación dos nuevas parcelas, en una de las cuales tenían la ranchería de los esclavos. Con el paso del tiempo la imagen y ocupación de la manzana se fueron transformando y, actualmente, quedan sobre calle Obispo Trejo los rastros principales de lo que fue esta histórica propiedad jesuítica.
La Iglesia de la Compañía, que sigue las líneas del Gesú de Roma -casa matriz de la Orden-, con crucero y cúpula, tenía hacia los lados la Capilla de Naturales y la de Españoles. Esta última, cuando se secularizó la Universidad, pasó a conectarse con el sector universitario y actualmente es el Salón de Grados, un tradicional recinto donde se celebran importantes actos académicos. En tanto que la Capilla de Naturales fue transformada en el siglo XIX en la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes. En la Iglesia se destaca, además, la bóveda construida en forma de quilla invertida, el friso de las empresas sacras, el retablo y el púlpito trabajado con la técnica del dorado a la hoja.
Por su parte, la Capilla Doméstica (1644-1668), de uso privado de los jesuitas, constituye una fiel representación de la exquisitez estética en equilibrio con la precisión de ingeniería propia de la época. Su cubierta, al igual que la del templo principal y el retablo del periodo jesuítico, permiten apreciar en su máximo esplendor el barroco americano.
Para poder desarrollar la acción cultural en que estaban empeñados, los jesuitas levantaron rápidamente locales donde albergar, entre otros, al Colegio Máximo. A medida que prosperaban fueron reemplazando esas precarias construcciones por otras más sólidas e imponentes.
La Universidad quedaba contigua al templo, donde hasta hoy se encuentra el antiguo Rectorado, la Biblioteca Mayor y algunas dependencias de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. A continuación, y en la esquina con Duarte Quirós, tiene su sede el Colegio Nacional de Monserrat. Estos edificios datan del siglo XVIII y fueron construidos con mampostería de piedra rústica y ladrillo, revocada con cal y arena, son de arquería de medio punto y con bóvedas de arista.
Los autores de las construcciones fueron de diversos orígenes: arquitectos italianos y alemanes, obreros españoles e indígenas, lo que influyó en cierta independencia de formas en las que, si bien lo español es dominante, dio también lugar imbricaciones y regionalismos.
Ya sobre la avenida Vélez Sarsfield, ocupan el resto de la propiedad otras dependencias de la Universidad Nacional de Córdoba, como la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (construida en el siglo XX) y tiene su sede la Academia Nacional de Ciencias (siglo XIX). Estas últimas obras completan la serie de importantes edificios que -desde un punto de vista artístico, histórico e institucional- constituyen un aspecto único de la identidad de los cordobeses.
La imagen actual de este conjunto de construcciones de distintas épocas es considerada ecléctica y con valores disímiles. La volumetría de la iglesia y la fachada del Colegio de Monserrat son los ejemplos de mayor atracción y significación, mientras que como imagen ambiental, la calle Caseros -accediendo en cualquiera de los dos sentidos- ofrece una extraordinaria vista de los volúmenes pétreos de esa preciada construcción que es la Iglesia de la Compañía. Mientras que la calle Obispo Trejo, actualmente establecida como sector peatonal, ofrece un particular paisaje urbano caracterizado por el movimiento que le transmiten los jóvenes universitarios que por allí circulan a lo largo de todo el día.